Apuntes sobre el dolor
"No hemos encontrado ningún indicador de apendicitis ni de ningún otro problema o malfuncionamiento".
Bueno, si esto es algo que me pasa cuando menstrúo y tiene que ver con el útero, que sólo lo saquen y ya.
Recuerdo también habérselo mencionado a mi mamá en crisis y su respuesta fue compasiva, como diciendo, "entiendo que tengas estos pensamientos porque te duele mucho, pobrecita".
Pasaron uno o dos años de este razonamiento y me metí a internet a buscar cómo quitarse el útero.
"Histerectomía", me apareció. Junto con "métodos de esterilización definitiva". Aprendí sobre la ligadura de trompas y sobre la violencia ginecológica que viven algunas personas cuando acuden a un centro de salud en busca de una ligadura de trompas o una histerectomía y las respuestas son "¿Ya tuviste hijxs?, ¿Qué tal si te arrepientes?, Espérate unos años a ver si más adelante quieres ser mamá".
Creo que sin entender lo que significaban esas prácticas y esas imposiciones, sentí mucha tristeza e impotencia y entendí que si yo quería una histerectomía iba a ser una búsqueda difícil y que no me quería sentir vulnerable frente a un médico, por más deseos de dejar de sentir dolor que tuviera.
Creo también que a partir del conocimiento de la histerectomía y de alguna forma apuntar hacia ese camino, dejé de pensar sobre la posibilidad de embarazarme y tener hijxs, que igual pienso que a lxs 16 años quizás no tiene mucho sentido tomarse en serio la reproducción, pero siento que esa libertad se vio cortada para mí porque estaba condicionada a vivir con dolor a la espera de si en un futuro me gustaría tomar ese camino.
A los 18 o 19 años llegué a desear morirme en medio de una crisis de cólicos. Sentía que ya no estaba viviendo con calidad. No es que todo el tiempo me sintiera mal pero yo sabía que el siguiente mes el dolor volvería y eso me generaba mucho miedo y ansiedad.
Creo que hasta antes de mi cirugía y diagnóstico aprendí a normalizar el dolor. "Es que a mí me dan unos cólicos muy fuertes", contaba resignada, sabiendo que había quienes no pasaban por eso, y quienes también tenían menstruaciones dolorosas e incómodas.
Mi primer tratamiento para la endometriosis fue con Dienogest. Tomaba una pastilla al día durante 21 días y después descansaba 7 días. Este tratamiento duró 8 meses porque el dolor no mejoró. De hecho era insoportable, tenía un montón de efectos adversos, entre los cuales, el peor era el desajuste emocional que tuve. En los días de descanso tenía unas crisis de angustia y tristeza que eran realmente desagradables. Ese periodo coincidió con los primeros meses de la pandemia por Covid. Yo vivía sola y me quedé muy aislada en la ciudad en la que vivía, por lo que tener esas crisis que podían durar hasta 7 horas, comenzaron a hacerme sentir amenazada. Tenía pensamientos muy dañinos. No era un deseo de morir, pero sí de no seguir soportando el dolor físico y emocional que me aquejaba. Pensaba en provocarme un desmayo o noquearme con fármacos y por fortuna identifiqué que estas crisis eran eso, paréntesis muy turbios dentro de la persona gustosa de la vida que soy.
La siguiente cita ginecológica que tuve (porque en pandemia me postergaron varias veces), le comenté a mi ginecóloga que no quería seguir tomando esas pastillas. Sin una sola pregunta o resistencia, me dijeron que ese mismo día me pondrían un DIU Mirena. El dispositivo intra uterino que actúa de forma hormonal para evitar el engrosamiento del endometrio.
Ya me habían puesto un dispositivo antes. El de cobre. Mi experiencia fue en una casa de partos atendida por mujeres que me tomaron las manos y me iban explicando paso a paso lo que hacían mientras guiaban mi respiración. De esa experiencia recordaba que era doloroso aunque manejable.
Los momentos previos a la colocación fueron simplemente horribles. Mi ginecóloga fue tosca conmigo y se fue para que su residente hiciera el procedimiento. Comencé a estresarme tanto que sentí dolor incluso sin contacto.
Se me paralizó una mano, dejé de sentir la cara y lloré mientras una enfermera me decía que me calmara y que ya iba a terminar. "No le digo que no duele porque yo sé que duele y no le quiero mentir".
Yo lo recuerdo muy largo. Cuando acabó yo seguía en una especie de shock. reo que el dolor ya no era tan importante en ese momento.
Pasaron meses con el DIU y me fui acostumbrando. Aprendí a comer mejor y a mantener buenos hábitos de sueño y ejercicio.
Sin embargo recuerdo un periodo de mucho estrés en que tenía dolor prácticamente todos los días y me adentré en un círculo de dolor físico y dolor emocional. Preguntarme un montón de cosas sobre mi condición y pensar que era algo injusto. ¿Por qué me pasan estas cosas? ¿Qué hice mal? Quedarse inmóvil cuando había dolor, aislarse.
Ya me habían dicho que probablemente necesitaría consultar con una algóloga (especialista en dolor) en algún momento, pues era quien, en palabras de mi ginecóloga, "podía darme drogas duras".
Esperé un año en ir a esa consulta pero finalmente fui sabiendo lo que iba a pasar.
Me dijo que era muy pronto para intervenir y paralizar algunos nervios lumbares pero que sin problema podía darme un tratamiento de 6 meses con opioides.
También predije que tendría una postura de desacreditación y rechazo a la marihuana y tratamientos con cbd y que me diría que los antidepresivos y ansiolíticos están satanizados.
Esa consulta sólo reafirmó mi decisión de no comenzar a tomar analgésicos opioides, porque sé que una se vuelve propensa a desarrollar una adicción a estos medicamentos y considero que no era tan insoportable mi dolor como para comenzar a depender de algún tratamiento.
Tomé el camino de las respiraciones, las bolsitas de semillas calientes y sobre todo, el de continuar con los buenos hábitos. Tratar de ser constante con horas y horarios de sueño, hacer ejercicio por lo menos 4 días a la semana, manejar las emociones como mejor pudiera y lo más importante: comer mejor.
Yo igual soy radical a veces. Así que dejé por completo la carne, el huevo, los lácteos, el café, el picante, el trigo, la fritura, los alimentos ultraprocesados y lo que estuviera envasado. Tengo el privilegio de poder comprar y comer fresco, de tener tiempo para cocinar mi comida y prescindir de lo inmediato que muchas veces es muy perjudicial para la salud.
Esta forma de comer cambio por completo mis episodios de dolor. También me sentía mejor en general, con más energía, mejor concentración y también me gustaba cómo se había transformado mi cuerpo.
Pasó el suficiente tiempo para darme cuenta de que esta rutina sí había incidido drásticamente en mis procesos inflamatorios y me sentía mucho mejor. Sin embargo, en diciembre del 2021 me fui a vivir a un país y una ciudad donde ya no encontraba los alimentos básicos para mi dieta. Tampoco tenía suficiente tiempo o espacio para continuar mi rutina de ejercicio y tuve que flexibilizarme bastante con el consumo de animales, y al principio temía mucho que volviera el dolor y la fatiga pero sorprendentemente no me puse tan mal.
Tenía uno o dos días malos en el ciclo y aunque también me afectaban emocionalmente, ya no me sentía hundida en la endometriosis.
Otro factor importante en todo este proceso es que comencé a escribir mi tesis sobre endometriosis y como estaba en plena investigación, estaba siempre receptiva a lo que escuchara o viera que me pudiera ser útil. Y un día encontré un episodio sobre el dolor en un podcast que me gusta mucho que hace divulgación científica.
Quedé muy impactada de lo que hablaba Rachel Zoffness y entendí que mucho de mi dolor era psicoemocional. Prometo que después de ese episodio y esa sabiduría enfrenté el dolor de una manera tan distinta, que era manejable y hasta creo que disminuyó.
Todo este proceso de investigación, reflexión y producción que he tenido por aproximadamente 2 años e ha abierto mucho los ojos, me ha hecho justicia epistémica, siento confianza en mi experiencia y también he podido ejercer una autonomía frente a gigantes que a veces parecieran invencibles. Es un acto de amor y cuidado propio y deseo con todo el corazón que más personas puedan recuperar la seguridad en sí mismxs y ser su propia terapia y tratamiento para cualquiera que sea su problema en busca de un bienestar y bienvivir.
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